^{Reseña de Enric Marco, del Departament d'Astronomia i Astrofísica de la Universitat de València}

El cielo, esa bóveda azul o negra que nos envuelve, siempre ha despertado nuestro máximo interés. En él hemos proyectado nuestros anhelos, nuestro conocimiento, la esperanza de nuevos descubrimientos y, quizá, nuestro futuro como especie exploradora.

Esto fue así incluso antes de que la disponibilidad de alimentos permitiera que algunos humanos pudieran dedicarse exclusivamente a observar las estrellas. El movimiento de los astros —las estrellas, el Sol, la Luna y los enigmáticos caminos de los planetas— sirvió pronto para determinar la duración del año y de los meses, así como para predecir fenómenos como los eclipses. La observación de los ciclos celestes y la previsión del mejor momento para sembrar y cosechar fueron probablemente los primeros objetivos de mirar al cielo.

Aunque los fenómenos celestes se asociaron inicialmente a manifestaciones de los dioses, unos pocos utilizaron la razón para tratar de comprender el cosmos. La geometría intentó explicar los extraños movimientos circulares del firmamento, imaginado como un universo esférico y concéntrico, formado por capas donde cada planeta describía su órbita alrededor de una Tierra también esférica. Así nació el primer modelo de Universo: el sistema geocéntrico, vigente durante unos 1500 años. Más tarde, el Sol pasó a ocupar el lugar central y el Universo se concibió girando en torno a nuestra estrella: era el sistema heliocéntrico, que tardó en ser aceptado. Después llegaron Galileo, Kepler y Newton, quienes acabaron con la “música de las esferas” e inauguraron la nueva física celeste.

Estas ideas sobre cómo se concebía el cosmos en cada época se compartieron ampliamente y se representaron en numerosas manifestaciones artísticas: literatura, pintura, escultura y otras disciplinas.

El libro Mirar los cielos, de Montserrat Villar, se enmarca en la Astronomía Cultural, un ámbito interdisciplinario que estudia cómo distintas sociedades han entendido y representado el cielo a lo largo de la historia. Villar, especialista en galaxias activas y coordinadora de las actividades del Año Internacional de la Astronomía en España en 2009, ha impulsado también el proyecto Cultura con C de Cosmos, desde el cual ha explorado museos con una mirada de astrónoma para mostrar cómo el cielo ha inspirado a artistas y pensadores de todas las épocas.

El libro demuestra cómo el conocimiento celeste acumulado a lo largo de la historia se ha transmitido a la colectividad, que lo ha ido adoptando —a veces con reticencias— y representando en publicaciones, grabados y obras de arte.

Mirar los cielos es un libro delicioso. A primera vista parece solo una historia del cosmos muy bien escrita, en la que desfilan los distintos modelos de Universo (geocéntrico, heliocéntrico), los presagios celestes, la misteriosa Luna, los cometas y como derribaron la antigua visión del cosmos, como se ordenó el tiempo. Finalmente nos deleita con la posibilidad de vida en otros mundos. Pero es mucho más que esto. Lo que hace tan extraordinario el libro es la gran cantidad de material gráfico que ocupa la segunda parte de cada capítulo: numerosas obras que ilustran la relación entre la ciencia del cosmos y el arte, mostrando el estado del conocimiento astronómico en cada época y, en muchos casos, también los descubrimientos más recientes. Así que el lector acaba realizando un viaje racional por la historia de la astronomía a través de la ciencia y el arte, tal como indica el subtítulo del libro.

En suma, este libro constituye una aportación valiosa para quienes deseen comprender cómo el conocimiento astronómico ha influido en la cultura y cómo la cultura, a su vez, ha dado forma a nuestra visión del cosmos. Una invitación a explorar la interacción constante entre ciencia, arte y sociedad, y a reconocer que mirar los cielos sigue siendo una de las actividades más profundamente humanas.

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